Emociones y conducción

Se debe considerar que conducir es una actividad peligrosa que, además, es incompatible con la realización simultánea de cualquier otra actividad. Hay factores concretos que hacen que esa peligrosidad se pueda acentuar de forma notable, entre ellos los que dependen del entorno, del estado del vehículo y del estado de la carretera. Pero uno de los factores más influyentes en la conducción es el estado psicofísico. Las emociones afectan a la seguridad al volante

Está demostrado que en determinadas condiciones se canaliza el estado de ánimo desfavorable a través de la conducción. La actitud al volante puede convertirse en agresividad, uno de los mayores enemigos de la seguridad vial.

Cuando se tiene una actitud positiva y optimista, se es un conductor tolerante, empático y considerado, lo que hace que la conducción sea más segura para todos.

Conducir en un estado de ira, ansiedad, miedo o tristeza desemboca en una actitud peligrosa para conducir, ya que provoca falta de concentración, conducción agresiva e incapacidad para tomar decisiones correctas.

Uno de los factores emocionales más comunes es el estrés provocado por innumerables factores, incluida la propia conducción. Un conductor en estado de estrés soporta mayor nivel de ansiedad y nerviosismo, por lo que toma decisiones precipitadas y, en la mayor parte de las ocasiones, erróneas. Las consecuencias de estas decisiones erróneas pueden ser traumáticas debido a los daños provocados.

Todas estas perturbaciones emocionales provocan en la persona que conduce una alteración en la percepción del riesgo; el nivel de riesgo percibido se reduce y esto provoca que aumente el nivel de riesgo aceptado. Asumimos riesgos innecesarios

Para comprobar el estado emocional de un conductor se utilizan diversas técnicas neurocientíficas:

  • observación de las pupilas para controlar el nivel de atención;
  • el ritmo cardiaco para comprobar la intensidad emocional
  • micro expresiones para detectar emociones inconscientes como alegría, enfado o frustración.

¿Qué ocurre cuando aparece una emoción? El pensamiento se paraliza, se modifican la atención y la percepción e incluso cambian las reacciones hormonales, la expresión corporal, etc. Hay que tener en cuenta que todos los cambios pueden ayudar en la adaptación y a actuar de forma adecuada o bien pueden llevar a tomar decisiones anticipadas y erráticas que incrementan el riesgo.

¿Qué podemos hacer para gestionar las emociones durante la conducción?

Antes que nada, es importante:

  • Identificar la emoción y aceptar lo que se siente.
  • Entender las consecuencias de la emoción y cómo influye en la toma de decisiones.
  • Anticipar, prever y analizar las posibles consecuencias antes de entrar en una situación de riesgo.

No existe una sola forma de gestionar las emociones que aparecen en la conducción, pues esa gestión depende de la propia emoción, de la situación genérica o especifica que lleva a la aparición de ese sentimiento, del motivo de la emoción, etc.

Tomando como ejemplo el miedo, que puede ser una emoción positiva o negativa. El miedo puede ser bueno y aparecer cuando se percibe un riesgo. En este caso no debe esconderse el miedo, sino aceptarlo y analizar cuáles son los elementos objetivos que lo provocan.

Por otro lado, el miedo puede ser negativo cuando su aparición no tiene una causa objetiva o, aun teniéndola, provoca en el/la conductor/a cierta incapacidad para la toma de decisiones y, por lo tanto, para ejecutar la acción adecuada ante esa situación.

En la conducción no solo es importante el estado del conductor. El resto de las personas que comparten el vehículo son fundamentales en la creación de buen ambiente, puesto que durante los trayectos también son protagonistas del tráfico e influyen en el estado de ánimo general en el interior del vehículo. En este sentido, los acompañantes pueden hacer mucho. En momentos de alegría, los pasajeros de un vehículo pueden generar un clima de calma o bien aportar momentos de euforia desmedida que intensifican la aparición de situaciones de riesgo.

La agresividad puede aparecer por una discusión entre pasajeros y conductores y no se debe olvidar que la agresividad es uno de los grandes enemigos de la seguridad en la conducción. Este sentimiento de agresividad puede incluso trasladarse hacia otros conductores/as con el consiguiente aumento de la peligrosidad, puesto que se comparte el riesgo generado.

Cuando se conduce es necesario poner en práctica valores que permitan una buena convivencia: la empatía, la educación y la colaboración con el resto de personas. Esta actitud genera un clima de seguridad palpable y que envuelve a todos los actores de las vías de circulación.