3. Factores humanos

Son los debidos a la capacidad de las personas para cometer errores o no tomar decisiones seguras durante la conducción.

Cuando subimos a un vehículo nos acompañan una serie de condicionantes derivados de nuestro estado de salud, de nuestras condiciones físicas y psicológicas, y de los comportamientos que mostramos.

Es más sencillo aplicar este ejercicio a otros conductores. Es decir, es posible identificar factores de riesgos que nos transmiten intranquilidad observando cómo los llevan a cabo otros trabajadores. Ese mismo análisis aplicado a nosotros mismos constituye todo un reto de honestidad y autoanálisis.

Por ejemplo, ¿qué sugiere observar a un trabajador que conduce una bañera a toda velocidad mientras fuma? ¿O el conductor de furgoneta que mantienen durante un buen rato una conversación telefónica mientras se pega a la trasera de nuestro vehículo? ¿O ver de lejos una hormigonera que se desplaza incomprensiblemente de un lado a otro del carril y en la que al rebasarla, se aprecia al conductor bostezando y frotándose los ojos?

Todos esos elementos forman parte de lo que se denomina factores humanos al volante.

Contrariamente a los factores organizacionales, que dependen en gran medida de la empresa, en el caso de los factores humanos, generalmente dependen casi en exclusiva del propio trabajador.

Es cierto que la fatiga puede deberse a cuestiones externas, como los horarios, la carga de trabajo. Por desgracia estas circunstancias están presentes en muchos trabajos, y el margen de mejora a veces es muy estrecho. Sin embargo, hay otros aspectos como el consumo de alcohol, de drogas o de medicamentos, a los que no se ven conducidos directamente los trabajadores por la organización a la que pertenecen

Por tanto, una buena propuesta de partida es conocer los factores humanos y, en función de cuáles y cómo nos afecten, actuar sobre ellos con el compromiso de la empresa o por nuestra cuenta.

En este caso trataremos aspectos como:

  • La percepción del riesgo.
  • Las sustancias de abuso.
  • La ingesta de medicamentos.
  • La atención.
  • El cansancio.
  • Las emociones.

 

La percepción del riesgo.

 

Se entiende por percepción del riesgo la acción dirigida a observar, buscar, identificar riesgos durante la conducción. Es una acción encaminada a adaptar el comportamiento del conductor precisamente a la observación que realice, operando sobre los mandos del vehículo bajo su control.

El juicio adoptado por el conductor ante las circunstancias que viva va a depender de sus valores, sus experiencias previas, la formación recibida y otros múltiples elementos que influyen en el estilo de conducción.

Normalmente, en las formaciones dirigidas a prevenir accidentes suele promoverse el pensamiento desfavorable. Es decir, un planteamiento bajo el cual, si algo puede ir mal, lo hará. Una especie de Ley de Murphy aplicada a la seguridad.

De hecho, quienes declaran percibir sus acciones al volante como más seguras que las del resto están implicados en más accidentes que quienes se declaran más críticos consigo mismos. Quizá por ello, los conductores más críticos con su propia actitud al volante desarrollan una mayor desconfianza hacia sí mismos, pero también hacia otros.

Ese esquema de pensamiento desfavorable unido a la desconfianza hacia lo que pueda pasar conduciendo es la materia sobre la que se pueden construir buenos hábitos conduciendo.

 

Las sustancias de abuso

Si anteriormente se ha hablado sobre la importancia de la percepción, no cabe duda de que las denominadas sustancias de abuso, que son el alcohol y otras drogas, afectan a esa capacidad.

Los efectos de las drogas, y en particular del alcohol, como sustancia más extendida y “tolerada” pueden ser devastadores y prolongarse durante bastante tiempo.

Por supuesto, alcohol y drogas son incompatibles con la conducción, y menos en el caso de una conducción derivada del trabajo, donde se han asumido una serie de compromisos.

El valor más adecuado y seguro para estas sustancias es cero (0), pues sus efectos dependen de un número de factores que no siempre están bajo control, pues los efectos varían con:

  • Género.
  • Edad.
  • Peso.
  • Ingesta de alimentos.
  • Hábitos de consumo, etc.

Además, el alcohol y otras drogas pueden interaccionar entre sí, potenciando sus efectos negativos.

Las tasas de alcoholemia permitidas en España son las siguientes:

Tipo de conductor

En sangre

(g/l)

En aire expirado

(mg/l)

Conductores en general

0,5

0,25

Noveles y profesionales

0,3

0,15

Ejemplo de uso de la calculadora de alcoholemia

Usando los datos de un varón de 85 Kg de peso, que ha ingerido 2 botellas de cerveza de aproximadamente 0,33 l, los resultados serían los siguientes:

                              

SIMULADOR ONLINE DE GRADO DE ALCOHOLEMIA

Resultados:

Concentración de alcohol en tanto por mil

 

0,44

Tiempo que transcurre hasta que el alcohol se elimina por completo

(en horas y minutos)

4:56

Tiempo que transcurre hasta que la concentración de alcohol llega hasta 0,1%

(en horas y minutos)

3:56

Tiempo que transcurre hasta que la concentración de alcohol llega hasta 0,2%

(en horas y minutos)

2:56

Tiempo que transcurre hasta que la concentración de alcohol llega hasta 0,3%

(en horas y minutos)

1:56

Lo interesante de este ejercicio es que, sin entrar en detalle respecto al influjo de cada uno de los factores indicados anteriormente (edad, ingesta, hábito de beber, etc.) está claro que el metabolismo del alcohol en el organismo es más lento de lo que piensa la población.

En este ejemplo tan simple, se muestra cómo el alcohol no se elimina por completo hasta que han transcurrido entre 4 y 5 horas después de la ingesta.

 

La ingesta de medicamentos

Conviene llevar un control de la toma de medicamentos, dado que en algunos casos pueden inducir somnolencia o afectar a la percepción o a la cognición, con los efectos que ello tiene sobre la toma de decisiones al volante.

Generalmente, la información sobre los efectos a tener en cuenta a consecuencia de la toma de medicamentos, viene recogida en el prospecto del mismo.

Lo más acertado sería que el propio médico que receta la medicación pudiese aconsejar y sensibilizar sobre esos mismos efectos.

 

 

La atención

Quizá sea este aspecto el que más relevancia ha adquirido, sobre todo desde que se extendió el uso de los teléfonos móviles al volante.

Durante la conducción se activan diferentes áreas cerebrales destinadas a realizar una tarea como la conducción. Por ello, es importante mantener la atención. En este sentido, conviene conocer los diferentes tipos de atención:

  • Atención dividida

La información procede de diferentes fuentes, por canales diferentes (visual, auditiva) o idénticos. La tarea no exige un gran nivel de concentración por parte del trabajador.

  • Atención selectiva

Se pone el foco sólo a cierta información categorizada como importante para la tarea de conducir, y se ignoran otros elementos no considerados prioritarios.

  • Atención mantenida

Procesar la información exige un esfuerzo por nuestra parte y puede incrementar la fatiga durante la jornada.

Conforme se incorporan más distractores durante la conducción resulta más difícil centrarse en la tarea de conducir. Y esa pérdida de atención afecta inexorablemente al tiempo que tardamos en reaccionar ante un imprevisto y, por tanto, a la distancia de frenado.

La razón por la que se promueve que no se incorporen distractores en la conducción deriva de cómo afectan a nuestro tiempo de reacción y, por tanto, a la seguridad. Si prestamos atención a atender el móvil conduciendo, es debido a la merma en los recursos sensoriales y cognitivos que deberían enfocarse hacia la conducción.

 

El cansancio

La fatiga es el deterioro paulatino normal debido a la realización de esfuerzos. Es normal que se produzca durante la jornada. Salvo que fuese extenuante, no debería ser un impedimento para conducir.

Un fenómeno que se relaciona con el cansancio es la somnolencia. En este caso, la somnolencia es la pérdida de facultades derivada de la falta de sueño reparador, y puede deberse a la fatiga o a una circunstancia previa, como no haber dormido suficiente.

Otro de los elementos a considerar es el cansancio, que supone la combinación muy peligrosa de la fatiga y la somnolencia, que conduce casi sin retorno a quedarse dormido al volante.

 

Las emociones

La actitud al volante y el autocontrol que manifestemos van a facilitar la adopción de comportamientos seguros y que la toma de decisiones sea adecuada y adaptada a las circunstancias.

Cuando las emociones (ira, tristeza, euforia) se ponen de manifiesto a volante, puede suceder que secuestren el pensamiento racional y se acabe actuando de forma poco segura.